viernes, 20 de junio de 2008

inconciente

Inconciente, perdido. He borrado mis ideas con la escoba del tiempo. Mi cerebro lo limpié con el trapo de lo cotidiano. La rutina, un brazo más. He estado perdido en secuencias. En un lugar totalmente oscuro y fuera de toda fantasía. La fría realidad.
Cierto día, de esos que marcamos en un calendario de interés propio me encontré con un bosquecillo tan pequeño como la palma de mi mano. Tenía frondosos árboles, su hermosa fauna y un olor muy peculiar a brisa, tabaco y musgo fresco. Quise entrar en él con todo el deseo de un hambriento por un pedazo de pan, mis ojos se humedecieron. ¡Por fin! Algo me conmovía, sacudía mi cuerpo y mi composición ósea se quebrantaba.
Me acerqué como todo un fisgón a mi pequeña mano, mi nariz rozó uno de los árboles, penetré por sus surcos y ríos con mi enorme nariz, pero con cada respiración que daba arrancaba la flora desde raíz, esto me puso triste y se me escaparon unas lágrimas que de igual manera ocasionaban un desastre, por lo que opté retirar mi monstruoso rostro e ingeniármelas para entrar a ese paraíso.
Anduve toda la tarde con la palma abierta protegiéndola del ambiente urbano. Entré a una tienda que estaba al final de la calle que curiosamente se llamaba la calle del bosque, entré pues en busca de una bolsa de papel para proteger el paraíso de la palma de mi mano. Pregunté al hombre que atendía si tenía alguna bolsita para el paraíso de la palma de mi mano y me recomendó una venda de algodón para no lastimarla, yo le respondí que no estaba lastimada, al contrario, estaba totalmente sana, llena de luz y yo lleno de nostalgia. El señor volvió de inmediato su mirada a mi mano como si quisiera rebanarla. Yo huí de inmediato y salí sin bolsa protegiendo una mano con la otra, ahí me di cuenta que nadie me iba a ayudar en esto, que estaba tan solo como el bosquecillo de la palma de mi mano.
Seguí caminando por la acera de la misma calle y me encontré a un vagabundo tirado en el suelo con harapos llenos de mugre y un olor muy fuerte que casi hace quedarme sin respiración por un instante, pero por alguna razón siempre había pensado que esa gente era sabia, filósofos y genios de la vida expulsados por las arpías de la sociedad. Al preguntarle si conocía algún lugar donde yo podría encontrar alguna tienda para conseguir un protector para la palma de mi mano empezó a reír y me dijo: - no seas tonto muchacho, no necesitas protector porque ya lo traes en tus ojos – no entendí – pero replicó diciendo que el paraíso esta dentro de nosotros en ningún lado mas, no esta en el cielo ni en la Tierra, mucho menos debajo de ella, esta dentro de nosotros, ahí donde a veces no queremos voltear a ver, en esa oscuridad o muchas veces laberinto, ahí esta el paraíso así que nadie ni nada podrá destruirlo. Con estas palabras quedé mudo y me fui a casa, no pude hablar durante dos semanas ni abrí los ojos y emprendí la búsqueda del paraíso en la palma de mi mano, solo que ahora desde adentro.

2 comentarios:

Liliana Miramontes dijo...

...lindo; me gustaría saber dónde es que queda el "mencionado" bosque.

En hora buena jovenes, fué gratificante conocerlos.

Saludos grandes para años grandes.


Liliana Miramontes.

Anónimo dijo...

Esos bosquecillos perfectos, en medio del arbusto desértico, en Tecate: tan llenos de Adentros y alegrías. Nunca están demás.